Cinco Villas de Aragon
Conductor Miguel.
Semana santa del 2002
Jornada 1 – 23 marzo
Como es habitual en cada viaje que últimamente realizamos, tomamos ruta en dirección a Aragón, buscando hacer unos cuantos kilómetros el mismo día, pese a lo avanzado de este, y así tener la jornada siguiente con más tiempo disponible para nuestro proyecto de viaje.
Este viaje, una vez mas, no lo iniciamos en la fecha prevista por causas externas, menos mal que el hotel y el tren ya están contratados.
La intención primera es recorrernos las CINCO VILLAS, y en función del tiempo disponible visitar parte de Navarra, especialmente las proximidades de Yesa y la parte que queda en la margen izquierda del Ebro, esto es, la parte oriental de la Comunidad Foral de Navarra.
La primera pernocta la hacemos en el Area de la A-2 en Lleida, donde pasamos una noche muy buena, con la excepción de que, por error, conecto la alarma interior y se dispara, por lo que me apresuro a desconectarla. Con las prisas tropiezo y me caigo de bruces contra el volante del vehículo. Me hago un rasguño en la mejilla derecha, pierdo los lentes, menos mal que los encuentro en cualquier lugar aunque ligeramente deformados, mañana veremos como me las compongo para ajustármelos.
Jornada 2 – 24 marzo
Nos preparamos para la segunda jornada, el desayuno lo hacemos con café turco. No es que nos agrade este tipo de café, se trata de que Nieves olvidó poner el filtro en la cafetera y la infusión nos sale con todo el marro. No queda más remedio que dejarlo que pose, pues ya está vertido en la leche.
En Fraga abandonamos la A-2 para tomar la N-II hasta Zaragoza, desde allí, ya en dirección norte, por la N-232 hasta Gallur, donde tomamos el desvío hacia Tauste, primera de las Cinco Villas que vamos a visitar, y donde llegamos justo a las trece horas.
Tauste es la más meridional de las Cinco Villas y se puede decir que es la que marca la separación del valle del Ebro con la zona cerealista de Aragón.
Como ya es la hora de comer, y además es domingo, apenas vemos gente por la calle. Nos damos una vuelta en busca de una panadería, encontrándolas todas, bien cerradas o agotadas las existencias.
Digo que apenas encontramos gente en la calle, la verdad es que después, buscando lo más importante de este pueblo, que es la torre mudéjar de su iglesia de Santa María, que es de forma octogonal y muy bella por sus franjas de tracerías geométricas de ladrillo. A partir de aquí es cuando encontramos ya mayor aglomeración, pues, como el pueblo esta en una especie de colina, resulta que nosotros habíamos entrada por una vertiente y la plaza mayor, iglesia, ayuntamiento, en fin todo el centro, resulta que estaba en la otra vertiente, y que encontramos tras bajar por una escalera por un par de calles y que nos aboca directamente a la Iglesia de San Antonio Abad.
Al regreso a nuestro vehículo, comimos e hicimos una pequeña siesta, continuando ya hacia la segunda villa, esto es, Egea de los Caballeros, siguiendo la carretera A-127. Estas dos ciudades están separadas por unos veinticuatro kilómetros.
La misma carretera nos lleva hasta una bifurcación: Hacia la derecha la Plaza de la Magdalena. Hacia la izquierda, continúa la carretera. Nosotros optamos por girar a la izquierda y, de nuevo, a la izquierda, para aparcar en una calle tranquila y justo delante del garaje y parada de la estación de autobuses.
A pie recorremos la pequeña distancia que nos separa de la plaza, donde se encuentra su iglesia-fortaleza, que es el ejemplar más perfecto que hay en toda la comarca. Es un templo románico-gótico del siglo XIII. De la plazaque sale en línea recta su calle mayor y que nos lleva hasta la iglesia románica de Santa María del siglo XII. También llegamos a la iglesia de Nuestra Señora de la Oliva, que es la patrona del pueblo.
El regreso lo hacemos por sus calles y callejas, la principal de ellas es la de Mediavilla, (este nombre lo encontramos en todas las poblaciones de la comarca), deduzco que el nombre equivale a los que por nuestros lares se llama carrer Major (calle Mayor) donde encontramos y contemplamos los recios caserones de estilo aragonés que hay a lo largo de esta calle y sus adyacentes.
Tal vez vamos muy rápidos en nuestra visita, pero la verdad es que los pueblos no son excesivamente grandes y que, por ser domingo, nos permiten hacer los circuitos previstos de forma cómoda y tranquila y sin perder tiempo delante de los escaparates (¡fantástico!) al estar todo cerrado.
De nuevo, por la A-127 y utilizando el argot taurino, en una larga tendida, esto es, en un recto y llano tramo de carretera de casi diecinueve kilómetros
Llegamos a Sádaba.
Estacionamosen la carretera de va hacia Uncastillo, en una acera amplia y con márgenes suficientes para poder pernoctar, justo al lado de unas casas donde no vamos a molestar ni nos molestarán a nosotros (próximo se encuentra el cuartel de la G.C.).
En Sádaba vamos también a disfrutar de la comodidad de no encontrar a nadie. Tenemos casi toda la tarde para pasear a placer.
Donde nos encontramos aparcados, se puede decir que es la parte nueva de la ciudad aunque, sin embargo, en ella se encuentra el castillo.
Tras cruzar el río Riguel por un amplio puente, nos encontramos de pleno en la ciudad vieja. Situándonos en la plaza de Aragón, donde se encuentra la Iglesia, a su vez, el punto mas alto de la ciudad vieja, que es la Iglesia de Santa María, de principios del siglo XV. Esta iglesia, que podemos visitar, es de una única nave cubierta con bóvedas estrelladas, y su portada con arquivoltas con relieves y unatorre con pináculos. De esta iglesia disfrutaremos por la noche desde nuestro vehículo, de la bonita perspectiva iluminada.
Como digo, desde la plaza de Aragón, hay dos posibles incursiones por el casco viejo: una por las calles de Barrio Verde, Alto y Mayor; por otras por Barrio Verde Bajo e Imperio.
En ambas incursiones, que las hemos hecho sin apenas encontrar a nadie, se pueden admirar las numerosas y vetustas casonas de piedra, en el que se reiteran los portalones de medio punto.
Ya apuntando la puesta de sol, atacamos la subida al castillo que es del siglo XIII y que resulta ser una de las fortalezas de estilo cisterciense más bellas de España. La visita es exterior y podemos deleitarnos leyendo en los plafones informativos, su historia y construcción.
Ya bastante cansados, nos retiramos para cenar y dormir, no sin antes habernos hechos unas inevitables partiditas de rummik.
Jornada 3 – 25 marzo.
La noche ha sido tranquila, pero nos ha despertado el ruido y movimiento de camiones. Me ha parecido extraño oír tanto camión, pero después hemos comprobado que se trataba de los tractores que iban con destino a su quehacer diario, no olvidemos que hoy ya era lunes.
Previo llenado del depósito de gasolina, salimos de Sádaba con dirección a Uncastillo por la A-1202, cruzando por primera vez el canal de las Bárdenas y encontramos inmediatamente y a mano izquierda, un letrero que, por pista forestal, nos lleva el Mausoleo de los Atilios, más o menos lo que queda del él. Nos parece fantástico, aunque no tanto el que por culpa de un camino que han hecho, o estaba hecho, haya desaparecido en parte.
Tras este alto, continuamos viaje dirección a Uncastillo, distante unos 14 kilómetros de Sádaba, donde aparcamos justo al lado mismo de la carretera, en un tramo de acera o arcén, donde queda justísimo el aparcamiento; sin embargo, es la única alternativa, ya que el pueblo es inaccesible a un vehículo de las dimensiones del nuestro.
Queremos hacer algunas compras y, de paso, recrearnos transitando por las calles y callejas, pues no hay que olvidar que este pueblo es el centro monumental de la comarca de las Cinco Villas.
Las callejas, todas empedradas, y el bien cuidado entorno, permiten al viajero sumergirse en una villa medieval, con todos sus encantos, a pesar de los vehículos que, inevitablemente, la recorren o aparcan, consecuencia de ello es que, pese al maravilloso entorno, no podamos olvidar que estamos ya en el siglo XXI.
En el aspecto monumental, hemos alcanzado la plaza del Mercado, donde se encuentra la lonja medieval, aunque hemos tenido que preguntar a un lugareño, pues su identificación era bastante difícil de ubicar dentro del entorno de la plaza. Por un portal hemos llegado a laiglesia de San Miguel, de estilo románico y podemos comprobar la existencia de un muro atípico en su fachada meridional. Este muro atípico es la cobertura que se ha hecho de la portada que allí había y que, en el año 1915, fue vendida al Museum of Fine Arts de Boston. A unos les sobraba el dinero y a otros les faltaba y así, piedra a piedra, lo que fuera una magnifica obra de arte, cruzó el Atlántico, como otras maravillas europeas. ¡Poderoso caballero es don dinero!
Hemos escalado hasta los restos del castillo. Lo hacemos siguiendo una senda que, bordeándolo circularmente, nos sitúa en una puerta donde nos encontramos con una barrera, esta parece ser esta destinada a evitar el paso como consecuencia de su restauración. Cosa que adivinamos más que vemos.
Descendiendo, nos situamos en la iglesia de San Martín donde hay un pequeño museo que es el Centro de Arte Religioso del Prepirineo y que se encuentra justo al lado de la Oficina de Turismo, que la encontramos abierta, aunque no es posible encontrar una persona que nos informe y nos dé acceso al Museo, así que desistimos y seguimos callejeando, siguiendo por la calle de Mediavilla hasta la Plaza e Iglesia de Santa María, con una portada que es de la mas notable del románico español.
Hemos vuelto al autocaravana donde hemos descansado unos momentos, para seguidamente volver sobre nuestros pasos en busca del único restaurante que hoy está abierto aquí. Solo sirven menú, pero este es tan amplio en platos que más bien parece una carta, precio: sobre las 1.700 Ptas. (10€). Servicio, local y la comida, un notable alto.
Después de esta importante reposición de fuerzas, ampliamos las mismas con un breve reposo en nuestra auto.
Una de las atracciones que ofrece este pueblo, son los vuelos en ultraligero y excursiones a caballo, interesantes pero pasamos de ellas.
En la carretera que lleva hasta Ayerbe, continuación de la que hemos venido desde Sádaba, y a unos pocos kilómetros de donde nos encontramos, está el pueblo de Luesia que forma también parte de la comarca, y que pretendemos visitar, aunque previamente, a la altura del kilómetro 48, escasamente a un kilómetro de Luesia, se encuentra un desvío a la izquierda, en el que apenas es visible el indicador, que nos lleva a un paraje natural que se llama “Pozo Pígalo”.
A ese paraje se llega por una pista forestal con un trazado bastante aceptable, solo un tramo de un par de kilómetros está bastante deteriorado. Esta pista discurre a lo largo del río Arba de Luesia en un recorrido de unos ocho kilómetros. La verdad es que es maravilloso, hay unas zonas de picnic con mesas y bancos de madera, también un pequeño camping, que está todavía cerrado, si hubiese estado abierto tal vez nos hubiésemos quedado allí a pasar algún día, pero el entorno solitario hace que desistamos, aunque el sonido de una motosierra y un todoterreno de los forestales, nos hace patente la presencia humana.
Nos relajamos contemplando sus pozas, que son pequeñas lagunas, con alguna cascada, todo ello dentro de una pradera que rodea unos magníficos pinares, enfin, todo un encanto.
Volvemos sobre nuestros pasos y hacemos acopio de agua, por demás aquí abundante y cristalina. Continuamos hasta Luesia, que es algo más que un caserío, todo ello en un apiñamiento en torno de lo que queda de su castillo. Sin embargo, las pocas casas que componen este entorno urbano, están ubicadas en fuertes pendientes. Lo reducido de esta aldea no es óbice para que posea nada menos que TRES templos de origen románico.
Aparcamos en lo mas alto del pueblo, en una plazoleta donde hay dos lugareños, uno pintando una puerta, el otro, sentado, mirando como el otro pinta (tipical Spanish). Entablamos conversación con ellos y, después de preguntarlessi molesta que dejemos allí el vehículo, nos lanzamos, bordeando los restos del castillo, a la aventura de la visita de este colgado pueblo, iniciándolo con poca lógica, desde arriba. Nos topamos con la iglesia de San Salvador que curiosamente encontramos abierta. Nos extasiamos con lo que allí podemos todavía ver. Estamos solos y el entorno es algo lúgubre, mas, inesperadamente, aparece un hombre por una pequeña puerta: Es el párroco que se encuentra allí de forma accidental, pues la iglesia está cerraday el motivo de su estancia es solo como causa de la Semana Santa y en preparación de detalles. Nos ofrece una amena exposición de lo que allí se encuentra, así como de alguno de los rincones más recónditos de la iglesia, también de la restauración necesaria y del poco interés del obispado, aunque algo ha hecho la Diputación General de Aragón, pero que queda mucho todavía por hacer y el dinero que se dispone es muy escaso.
Hemos disfrutado de la charla y del lugar. Tan es así que al término de la visita vemos que es ya demasiado tarde para bajar por aquellas callejas y, lo que es peor, después, volviendo sobre nuestros pasos, SUBIR. Si existía alguna indecisión, el propio párroco nos ha dicho que la otra iglesia, se está acondicionando como museo con todos los objetos que contenían las tres iglesias y que mientras se acondiciona todo,permanece cerrada esaiglesia que es la de San Esteban.
Volvemos al lugar de aparcamiento, vemos el suelo mojado y un reguerito de agua corriendo a lo largo de la plazoleta. Veo rápidamente que es el agua de nuestro depósito, recién llenado, que rebosa debido a la inclinación, bastante pronunciada, del terreno. El lugareño que estaba sentado, nos advierte enseguida de que había ido a ver lo que era, pues pensaba se trataba de la gasolina. Le agradecemos el detalle. Les comentamos el detalle que ha tenido el párroco con nosotros. No parecen estar muy de acuerdo con lo que nos ha contado el párroco sobre la concentración de obras de arte en una sola iglesia y los proyectos de reforma. A nosotros no nos parece prudente entrar a divagar sobre los problemas locales, así que nos despedimos y retomamos de nuevo la ruta hasta Uncastillo, donde pensamos pernoctar.
De nuevo en Uncastillo, localizamos un lugar muy apropiado para dormir, previendo será muy tranquilo pese a ser el camino –carretera- de Sos del Rey Católico, donde tenemos previsto ir ya mañana.
Jornada 4 – 26 marzo.
Partimos según lo previsto, para visitar la ultima de las Cinco Villas y lo vamos a hacer por una carretera espectacular. Es la que nos lleva directamente desde Uncastillo a Sos en el discurrir de 22 kilómetros de curvas.
A la llegada a Sos, encontramos un rincón donde aparcar, y desde donde tenemos una panorámica impresionante de los Pirineos y también de parte de Navarra. Solo girándonos un poco, la perspectiva es la de la propia ciudad, con sus murallas, toda ella situada en un promontorio.
Iniciamos el acceso a esta villa medieval por una de sus siete puertas y, a partir de aquí, paseamos sus calles contemplando las abundantes casas solariegas. Como es lógico, no podemos obviar la visita (exterior) del palacio de Sada, que es donde nació Fernando II, el Católico. (10-03-1452)
Por esta villa, una de las más bellas de Aragón, paseamos por calles que nos retrotraen hasta el medievo. Por estas calles nos vamos encontrando con jovencitos que jaleándose, recorren a buen ritmo y que van subiendo y bajando, al parecer sin cansarse, y les preguntamos a qué viene todo aquel barullo, nos dicen que son de Sádaba y que están realizando un ejercicio de orientación encargado por su “cole”, ¡pues vale!
A destacar el castillo que con la iglesia de San Esteban, forman un conjunto de iglesia/fortaleza cuyo origen data del siglo XII. Encaramado en lo alto de la población, así su silueta es visible desde cualquier punto del horizonte.
El centro de interpretación y el Museo de Arte Sacro también son interesantes de visitar. En el Museo, entre otros, contiene como destacables, varias tallas góticas de los siglos XIII y XIV.
Para completar esta excursión, nos acercamos a JAVIER, SANGÜESA, OLITE y TUDELA, cuyas magnificencias detallaré de forma más exhaustivo cuando hagamos una visita exclusiva a Navarra.
Carretera y manta ya hasta casa.