Muerte de un cuántico
por José Luis Muñoz
El pasado 22 de junio, a unas horas del día más largo del año y la noche más corta, apareció muerto en su domicilio de Granada el escritor cuántico Gregorio Morales. La causa del óbito, un infarto. El escritor y columnista habitual del diario El Ideal de Granada, que fue el primero en dar la voz de alarma al no recibir su columna habitual, contaba con 63 años en el momento de su defunción.
Gregorio Morales, cuyos artículos eran piezas literarias de primer orden, tratara el tema que tratara, pasará por ser el abanderado de la literatura cuántica española, y su obsesión espacio / tiempo estaba muy presente en toda la obra literaria que nos ha dejado entre la que encontramos novelas—La individuación, Puerta del Sol, Nómadas del tiempo—, poemarios—Sagradas palabras obscenas—, libros de relatos —Erótica Sagrada o El devorador de sombras—, ensayos —El cadáver de Balzac— y obras de teatro —Marilyn no es Monroe—. Era, además, un apasionado de las tertulias literarias, los recitales y todo tipo de performances relacionadas con la literatura, un genuino agitador cultural que nunca se desalentaba.
Si algo caracterizó a Gregorio Morales a lo largo de su vida fue su radicalismo insobornable a la hora de defender sus posiciones, estética y política, y su espíritu libertario que no le ataba a ninguna ideología salvo al republicanismo apasionado. Miembro de la Academia de las Buenas Letras de Granada, vivía últimamente en Madrid, ciudad en la que había residido ya durante los años de la movida, de la que fue uno de sus miembros activos. Con él desaparece uno de los personajes más heterodoxos de las letras españolas, un outsider y un escritor maldito.
Granada oculta sus ríos y mata a sus poetas, decía el también fallecido Enrique Morente sobre la ciudad de Gregorio Morales.
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