Crónicas carnívoras (o la dieta de la hamburguesa)
Por el Profesor Alvaro Grijander
EXCESO (con mayúsculas) es la palabra que mejor define a este programa de telerrealidad y el hilo argumental sobre el que recae el peso de este desmadre hipercalórico. Tened a mano un anticoagulante porque comienza una orgía de colesterol:
Crónicas carnívoras (en inglés «man vs. food«) es un programa que se emite en España, a través de la tdt, en el canal Energy. El planteamiento es muy sencillo, el presentador (el actor Adam Richman) visita en cada programa una ciudad de Estados Unidos, mostrándonos los restaurantes en donde saborear lo más representativo de la gastronomía local.
Si eres vegetariano, este no es tu programa. Si te gusta la grasa saturada en vena, lo pasarás en grande. Tortitas del tamaño de la boina de un maño con extra de nata y sirope para desayunar, las hamburguesas y los perritos calientes más grandes que hayas imaginado, las alitas de pollo más picantes del mundo y los filetes más grandes y sanguinolentos, macerados en una salsa de bourbon y caramelo. En definitiva, los excesos calóricos más exagerados acompañados de mucha salsa y mucho queso.
Pero esto no es todo, cada programa culmina con un desafio al que el presentador se enfrenta. Tratará de superar algún record establecido por un establecimiento de la ciudad y que muy pocos habrán superado. En caso de conseguirlo, su foto será expuesta en el restaurante, en compañía de los que lo hayan logrado anteriormente. Uno de los que más me impactó, no por la cantidad de comida a engullir, la cual suele estar sobre los tres kilos, sino por las caractarísticas de la misma, fue tener que hacer frente en menos de una hora a las alitas de pollo más picantes del mundo. El reto solo podría considerarse superado si el aspirante aguantaba sin ingerir ningún tipo de bebida cinco minutos después de haberlo logrado.
Resultó fascinante ver a un adulto llorando y moqueando como un niño mientras intentaba digerir unas alitas de pollo sumergidas en una salsa preparada con extracto puro de guindilla (dosificado en su preparación por el chef con una jeringuilla y con guantes de latex para evitar el contacto directo con la piel), ajos habaneros (que no sé que cojones será, pero suena de cagarse), y una mezcla secreta de las especias y guindillas más picantes del mundo cultivadas en el huerto de un frenopático guatemalteco. Como era de esperar nuestro héroe culinario no nos defraudó y logró realizar la hazaña.
No quiero ni imaginarme la digestión y posterior expulsión via anal de las alitas. Omaha beach después del desembarco de Normandia tuvo que ser el patio de un colegio comparado con aquello.
En la última temporada, denominada en inglés «man vs. food nation«, ya no es Adam Richman el que se enfrenta al reto, sino que, supongo que siguiendo los sabios consejos de su médico después del último análisis de sangre, nos presenta a algún oriundo del lugar que lo haga por él bajo su supervisión durante la realización de la prueba.
Una vez visto esto, se comprende por qué el 66% de los estadounidenses adultos (según wikipedia) son obesos. El chute calórico que supone cada uno de estos suculentos platillos, y que, tal y como se nos muestra, forman parte de una u otra forma de la dieta de un gran número de norteamericanos, debe rondar las 10.000 calorías, como poco.
Desde el consejo de redacción de este blog, humidemente sugerimos a los productores del programa que el presentador se venga a nuestra tierra y, si tiene cojones, se vaya al gallego y se coma un papelón de bienmesabe de 3’5 kilos para cenar, que por la noche repite más, y cinco manoletes pa empujá. Sin beber nada, que se engoñipe bien.
O bien, una cacerola hasta arriba de babeta con caballa y de postre dos docenas de polvorones de La Perla